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Este es uno de nuestros cruceros más populares y en seguida descubrirá por qué. Se enamorará de la cultura, los paisajes, las vistas y la cocina mientras viaja a lo largo del Rin y el Meno. Explorará Ámsterdam, hogar de una gran red de canales, y la bulliciosa Düsseldorf, una de las ciudades con la mejor calidad de vida del mundo. Atravesará la dramática garganta del Rin, con ruinas de castillos en cada giro, y escuchará la espeluznante leyenda en torno a la Roca de Lorelei. Haremos parada en otros puertos, con la calle Drosselgasse, repleta de tabernas de vino en Rüdesheim, donde se sirven los vinos riesling más famosos de la zona; la fortaleza en lo alto de una colina en Wurzburgo, y Bamberg, donde sus residentes construyeron el ayuntamiento justo en medio del río en 1386, después de que el obispo se negara a conceder tierras para ello. El crucero finaliza en Nuremberg, una de las ciudades más polifacéticas de Alemania.
Ámsterdam, capital de los Países Bajos, deslumbra con sus canales, historia y arte. En la Plaza de los Museos, se exhiben obras de Rembrandt y Van Gogh, mientras que la Casa de Ana Frank conmueve con su relato. Más allá del centro, hay rutas de ciclismo, lagos y canales para deportes acuáticos. Su vibrante vida nocturna y coffee shops completan la experiencia en esta ciudad única.
Utrecht cautiva con su armonía entre historia y modernidad. La Torre de la Catedral corona una ciudad de canales únicos, con terrazas al nivel del agua, boutiques y cafés. La Casa Rietveld-Schröder deslumbra con su diseño vanguardista, y museos como el Centraal y el del Ferrocarril enriquecen la experiencia. Con su ambiente universitario y patrimonio cultural, Utrecht vibra con energía y encanto holandés.
Düsseldorf, ciudad con raíces romanas, floreció en la Edad Media como centro comercial textil y cervecero. Fue capital del Ducado de Berg y, en el siglo XIX, se convirtió en un foco de arte e industria gracias a su famosa escuela de pintura. Hoy, con más de 600.000 habitantes, es una ciudad vibrante y moderna, conocida por su moda, vida nocturna y festivales, que combinan tradición y cosmopolitismo.
Rüdesheim, con sus edificios históricos, callejuelas sinuosas y los viñedos circundantes, es un destino turístico popular. La historia de la ciudad se remonta a la época romana y ha sido influenciada por diversas culturas y tradiciones. Uno de los puntos destacados de Rüdesheim es su cultura del vino. Aquí se encuentran algunos de los mejores viñedos de Alemania, famosos en particular por su Riesling. Una atracción popular es el teleférico de Rüdesheim, que ofrece vistas impresionantes. No se pierda la famosa bebida llamada Rüdesheimer Kaffee, una especialidad de café preparada con Asbach Uralt, un tipo de brandy alemán, y coronado con nata montada.
Miltenberg parece detenida en el tiempo: entramados perfectos, calles que susurran leyendas y una plaza que respira historia. Desde el castillo Mildenburg hasta el Hotel zum Riesen —donde durmieron reyes y se contaron historias de brujas—, todo invita a imaginar. En sus torres aún resuenan ecos del pasado oscuro. Hoy, entre vinos de Franconia, pan rústico y embutidos, la ciudad seduce con una belleza serena y profunda.
Freudenberg, una pequeña y pintoresca ciudad a orillas del río Meno en Alemania, combina encanto histórico con belleza natural. Su casco antiguo medieval, bien conservado, destaca por las casas de entramado de madera que transmiten un encanto atemporal. El río Meno añade un toque de serenidad y ofrece vistas pintorescas que realzan aún más el atractivo de la ciudad.
Karlstadt, fundada por los francos en el siglo VIII y nombrada en honor a Carlomagno, creció en la Edad Media como centro comercial y miembro de la Liga Hanseática. Su ubicación en el río Main la hizo un importante punto de tránsito. Pese a guerras como la de los Treinta Años, la ciudad se recuperó gracias al vino y nuevas industrias. Hoy es una ciudad próspera, orgullosa de su patrimonio y comunidad.
Würzburg, en el norte de Baviera, combina historia, arte y vino. Destaca por su arquitectura barroca, como la imponente Residencia, Patrimonio de la Humanidad, la Fortaleza Marienberg y la Catedral de San Kilian. Sus museos, plazas y viñedos invitan a explorar la ciudad a pie o en bicicleta. Con vistas al río Main y una rica herencia cultural, Würzburg seduce con encanto y elegancia.
Bamberg, joya medieval de Baviera, deslumbra con su arquitectura barroca y pasión cervecera. Entre sus imprescindibles están la Alte Hofhaltung, la Catedral de 1002 y la Nueva Residencia con su rosaleda. La ciudad es famosa por sus cervecerías tradicionales, que la convierten en un paraíso para los amantes de la cerveza. Como curiosidad, aún se puede ver en funcionamiento la esclusa 100 del Canal Ludwig-Main-Danubio, operada manualmente.
Núremberg es una ciudad con una rica historia que abarca tanto la Edad Media como el siglo XX. El casco antiguo medieval está rodeado por murallas del siglo XIV y cuenta con una impresionante arquitectura gótica, incluyendo el castillo de Núremberg y la iglesia de San Sebaldo del siglo XII. La historia medieval de la ciudad se refleja también en las casas con entramado de madera bellamente conservadas, las estrechas calles y las fuentes históricas que se encuentran por toda la ciudad